Todos buscamos la paz mental y la encontramos a través del significado. Como criaturas racionales, inteligentes y morales nos esforzamos por dar sentido al mundo, darle sentido a la vida y sacar el orden del caos. Y lo hacemos a través de las visiones del mundo: los marcos conceptuales mediante los cuales interpretamos nuestras experiencias y enfrentamos la realidad. Las cosmovisiones se tejen entre la educación y las experiencias, la síntesis de la teoría y la práctica, y se transforman constantemente a la luz del nuevo aprendizaje. Y aunque las visiones del mundo varían entre liberales y conservadores, ateos y teístas, una cosa que no varía, es que todos pensamos que la nuestra tiene razón. Todos juzgamos las visiones del mundo basadas en la calidad y la coherencia de la evidencia que las hace, al igual que la calidad y la coherencia de las notas en una canción.
Dicho esto, dudo que alguien discuta que la música sea una cacofonía de ruido en lugar de una sinfonía de sonidos. La música se define como la "expresión de ideas y emociones en formas significativas a través de los elementos del ritmo, la melodía, la armonía y el color", dándonos un criterio objetivo de su carácter. La estructura relajante y la previsibilidad de la canción nos da paz, ya que podemos darle sentido y descubrir el genio detrás de su majestad. Sin embargo, a pesar de nuestra capacidad para elogiar a los compositores por su dominio musical, hacemos lo contrario cuando se trata de nuestras visiones del mundo. Contra toda intuición, reconocemos el caos con orden y mente con locura, cegados por la belleza de esta maravillosa creación.