Como lo mencionó el difunto Myles Munro, "No tengo miedo a morir, sino más bien a nunca haber vivido". La vida es lo que hacemos de ella, y debemos sacar lo mejor de lo que tenemos. En esta era de información y globalización, las personas no se definen por sus circunstancias, sino por su incapacidad para cambiarlas. Y el cambio llega a través de la educación. Como nunca antes, la gente se está elevando por encima de los límites de raza, género y clase, por medio del empoderamiento de la educación. A través del aprendizaje que nos da un identidad, podemos ver nuestro potencial y perseguir nuestros sueños. Sin embargo, los sueños deben estar basados en un propósito y ser refrenados por la benevolencia, por lo que el amor debe ser el fundamento de nuestras creencias. Cuando sabemos que somos amados, podemos amar, y el amor es la ley de la vida; una vida por la que vale la pena morir.